LOS AMIGOS (Prólogo del libro)

QUERIDO JULIO:

Una vez más le escribo una misiva porque desde mi primera carta, va para un año, han sucedido cosas que me parece importante comentarle, pues de alguna manera le atañen, ya que tienen que ver con personas y situaciones conocidas por ambos. Le comenté en la primera correspondencia mi nostalgia por la imposibilidad de encontrarlo por París, esa ciudad que usted convirtió en latinoamericana, así les pese...

Le hago está acotación porque fue su amigo, y ahora mío, quien se hace llamar José Alias, entre otras chapas menos conocidas, el que me regaló un libro de autor donde cuenta sus andanzas con usted y con Carol, las cartas que se cruzaron y las fotografías que los fijan en los lugares que compartieron en Madrid y en París. Por José ratifique lo ya sabido, su enorme capacidad de ternura y su proverbial manera de convertirse en un pastor de nubes. El libro, que leí de un tirón en un viaje de Madrid a Granada, me conmovió por su sinceridad y por ser un homenaje a la amistad, me hizo recordar también varios pasajes de su obra, entre ellos el que le cito y me perdona si encuentra alguna pretensión de sabiboberia o de arrogancia.

Insisto en lo que dije a José cuando me pidió mi comentario sobre su primer intento libresco, “este libro, me emocionó mucho, no sólo por lo que cuenta, sino por ser un sincero y cálido homenaje a la amistad”. Así que más que una mera crónica de una amistad, este libro es una personal y singular manera de expresar el especial cariño que tenemos por los amigos y que se da a través de los años o de pronto en una noche de plegarias gozonas, reunidos en esos templos de oración verdadera que dice el sufí que son los bares.

Documentar la amistad es algo que olvidamos o dejamos de lado, inmersos como estamos en un mundo dispuesto a robarnos el alma, a esquilmarnos la fantasía como bien lo alerta Michael Ende en ese bello libro La historia interminable, que tendría que convertirse en lectura obligada para estos aciagos tiempos, pero del que me temo los hombres de gris que nos roban el tiempo han conculcado todos sus ejemplares. Porque documentar la amistad es poner en evidencia que recuperamos la ternura, la ternura de hombres a la que estamos obligados si queremos participar nuevamente del afecto, de la comunión de lo humano. De ahí la importancia de libros como el que José Alias nos entrega en esta nueva edición y frente al que no puedo dejar de aplaudir como si al terminar su lectura me encontrara en un tiempo donde los cielos de todas las rayuelas se conjuraran para derrotar por fin el lado oscuro del espejo.

Y, en fin, tal vez sobra decirlo, pero Julio y Carol, es un texto obligado para esa legión de cronopios que diseminados por el mundo todavía se emocionan cuando en la esquina de un parque se escucha la algarabía de los loros.

(Omar Ortiz. Tuluá, Colombia. 2015)

22.4.16

Carta de Esther Andradi desde Berlín a Granada para la presentación del libro sobre Julio y Carol

Querido J.A.

te escribo a los saltos, mientras compro los tomates y las naranjas para el fin de semana voy armando el recorrido de esta carta que debió salir ayer pero que te llegará hoy si todos los santos empujan de este lado. Porque ayer estuve dando vueltas por la Estación Central de Colonia, la del Rin, y aunque no lo creas, me olvidé las instrucciones para subir escaleras. Me habrían venido de maravillas. Porque entre tanto sube y baja lo que sabía se me traspapeló y la neuronita que me habita miraba hacia el cielo nublado como si fuese la última vez. Entre tanta cabriola me fui a Brühl, un lugar que tiene nombre de trueno pero ahí hay un Museo Max Ernst y en el Max Ernst una Exposición del gran Maurits Cornelis Escher que la disfruté a fondo porque este Escher juega a la Rayuela con el abajo y el arriba, lo cóncavo y lo convexo, y el adentro y el afuera, y pertenece al mundo de los que siempre tienen una dimensión escondida en la manga. O bajo el poncho, como diría Julio. Y ahora que estoy en el tema te cuento que tu libro se escondió después que lo leí por primera vez, y luego lo encontré y me lo llevé de viaje conmigo, pero ahora que lo busco para citarte en esta carta como hacen los profes...no lo encuentro. Entonces cito de memoria que para éso estás vos y ese público ahí, que seguramente le vas a leer o ellos te leerán a vos, o el libro se leerá a sí mismo pidiéndote que des vuelta sus páginas.
Si tu libro fuese una película tendría que decir que fue filmada en dos tiempos. La primera parte en los ochenta o por ahí, y la segunda un par de décadas más tarde. Así es tu libro. Un encuentro con la intensidad de la juventud y la lectura, y las lecturas y los sueños de juventud, y los ideales y los juegos con quienes paseamos como soñamos y todo eso que nos conmueve cuando tenemos veinte y tantos, y una segunda desde la serenidad de la madurez. Es como el mar que va y vuelve. La marea. Tu libro tiene la frecuencia de la marea del alma. Va y viene. El olvido y la memoria abrazados en uno. Escher, ese mago, tiene una litografía de los años 20 que se titula El mar. Allí ví lo que leí en tu libro. Luz iluminando la profundidad, la línea de la espuma sobre las locas olas llegando a la playa. O que parece que llegan, porque siempre se están yendo.
La primera parte de la película es gloriosa. Esos encuentros con el mago Julio, hermano mayor admirado, y Carol, la amimaga. Y sin embargo me conmueve esa segunda parte de la filmación. Ahí donde te encontrás con los que sabías que habían sido pero ni sospechabas que estaban. Y con los que no conociste y ahí vivían con vos ese tiempo de la piedrita que llega al cielo. Esas cartas, mails y negativos expuestos reverberan como la luz que dibuja la cresta de la ola, y que está, y va y viene y no se deja atrapar, como los recuerdos de aquello que fue no son la realidad que vivimos. Y para eso está el libro que vos escribís, para certificar que nos reunimos en lugares que el corazón dispone y la razón desconoce. Y para éso están con vos entre tantos otros, Ricardo y Jaime y el cineasta canadiense cuyo nombre no encuentro ahora porque tu libro se esconde pero que vos y yo sabemos muy bien quien es, para exponer los negativos de las fotos que vuelven a configurar el mundo que no se perdió, que va y viene como las olas, pura marea entre el cielo y la tierra.


Abrazos, Esther
Berlín, 7 de abril 2016








Esther Andradi
Escritora, ejerció el periodismo durante largos años, residió en diferentes países, y actualmente vive en Berlín y Buenos Aires.  Es autora de las novelas Tanta VidaSobre Vivientes y Berlín es un cuento. Tradujo la poesía de May Ayim al español. Es compiladora de las antologías Comer con la mirada; Vivir en otra lengua. Literatura latinoamericana escrita en Europa y Miradas sobre América: Crónicas de viaje, exilio y migración. Junto con Sandra Bianchi es coautora de Cartón Lleno. Breve muestra de la microficción en Argentina.  La editorial española Mirada Malva publicó Mi Berlín, crónicas de una ciudad mutante, una selección de sus artículos periodísticos que registran la vida cotidiana de la capital alemana antes y después de la caída del muro. 

1 comentario:

  1. Amorosos y cortazarianos conceptos de una querida amiga en comun, Esther A. No he leído tu libro que sin duda disfrutaría y me hubiera sido de utilidad este último año en que intenté escribir una novela en torno a Cortázar y tal vez haya terminado.Lo buscaré.

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muchas gracias